Quédate en mi alarma, dolor…

Tengo un dolor en el pecho, en ocasiones incesante,
Otras sin censura inminentemente profundas;
En algunos días soleados pequeños punzones de alfiler,
En otoño un dolor apócrifo quizás como lo son sus noches.

En verano este mismo se extiende por toda la piel, mi piel;
Pero al calor del sol se pierde, se esfuma y por las sombras
Regresa de nuevo con rencor y agonía. Es un dolor que se
Disfraza de tantas cosas; loco dolor.

Este color, este sabor que a mi cuerpo embriaga,
Sabe a canela picante y aromática,
No hay mejor desahogo que un ron que
Embriague hasta el alma.

Solo en las madrugadas de insomnio puedo dejar de ser
Dolor, porque el sueño cansa al cuerpo,
El estrés se acumula en la sien y no deja pensar ni sentir.
Es como un danzón infernal, pasional, eterno.

En muchas de las ocasiones escucho este sentimiento
Es un aullido, como grito, como silencio.
Desesperante al inicio, como mil olas chocando en la playa,
Abrumador cuando va por la mitad, como un sonsonete de camarón.

Así como la cigarra, como muere la cigarra.
Alucinante al final, como la tonada emancipadora de un
The dark side of the moon,
Ese sonido de una nada de un todo.

Y bien como dice un buen dicho,
Ay dolor, ya me volviste a dar.
Pero esta vez quédate en mi irrealidad o mis sueños
No en mi cuerpo, ni en mi alma.

Quédate en mi alarma…