EN LA POBREZA

En la pobreza,

se escucha un triste lamento. Con la
esperanza perdida, entre sentimientos muy
oscuros, caen desesperadas lágrimas, puras como
gotas de lluvia, rodando por un mundo
injusto y de futuro incierto.

En un frío amanecer, los sueños se
desvanecen, las manos, cansadas, ya nada
pueden sostener. Es pesada la carga de una
vida sin fortuna, a la sombra del hambre,
aguardando una oportunidad…

De odiosas desigualdades soy testigo en este
maremágnum donde unos lo tienen todo y otros
nada más que una mirada triste, llena de
desesperación, a la búsqueda de un rayo de
luz que los salve.

La falta de recursos: un duro golpe al
corazón.

La lucha diaria:
una aflicción constante…

Mas, en medio de la adversidad, aún queda
una esperanza, se vislumbra una luz
salvadora con cada día que nace.

Solidaridad y justicia se convierten en un luminoso
faro, en un abrazo que da fuerza, en unas
manos que alimentan…

Unidos,

los que soñamos un mundo mejor
luchamos para que nadie sufra en la
indigencia, para que la escasez
de recursos no sea
el destino de nadie, sino un desafío que
rompa los límites, que construya un
mundo más justo donde todos
podamos vivir sin ser cautivos del dinero.

Ante la pobreza, una voz se alza reclamando
justicia, exigiendo dignidad, entonando un
cántico de resistencia donde gritan los
sueños que no mueren. Porque la
esperanza nunca se rinde, siempre se
regenera…

Así, desde lo profundo del abismo, florece
una fuerza, una determinación para
enderezar lo torcido, para afrontar los
desafíos con coraje y empeño, para
que todos seamos legítimos
dueños de nuestro propio destino.