EN EL ESTANQUE

Agostada tu alma, ¡pobre amante!,
se cerraron las puertas del amor,
de ese amor inclemente
que trepando a los árboles,
sin que nada lo detenga, transforma,
como un chorro caído del cielo,
los colores de tu corazón.
Se apaga dulcemente la luz del día,
en el espejo relumbran nuevas quimeras.

(En el dormido estanque,
soñando un éxtasis,
la luna, abierta flor,
se muestra.
Escucha su gemido
de lento goce.)

Así tus lágrimas, encendidas
por los fríos rayos lunares,
descienden, lentas e indecisas,
rumbo a lejanas luces
y, moribundas, se convierten
en obsesiva melodía que,
inaudible murmullo,
se abisma en la noche.

(En el dormido estanque,
soñando un éxtasis,
la luna, luz y candor,
se muestra.
Escucha su gemido
de ardiente goce.)

En la suavidad de la noche,
resulta grato imaginar sus ojos
que, cual salobres olas, sollozan.
¡Henchidos de placer,
en sonora postura
ascendíais por la rampa…!
Estremecidos senos,
sueño de surtidores.

(En el dormido estanque,
soñando un éxtasis,
la luna, puro amor,
se muestra.
Escucha sus gemidos
de salvajes goces.)