CONSTRUYENDO UN AMOR

¡Cuánto, entre bastidores, tuve que gemir
apuntando inútilmente hacia el blanco,
hasta besarte al amparo de agrestes marismas!
En aquellos tiempos,
mi carcaj era una ridícula marioneta.
Mi cascabeles,
¡qué vanamente insistían en sonar!

Nuestro corazón sutiles deseos esculpía
y más de una esperanza destruíamos sin querer.
Antes de conocer nuestro fin,
con endiabladas fintas evitábamos
las mismas flechas que nosotros,
sin saber, disparábamos.

Algunas veces te regalé frescas flores
que aromaron tu bendita frente con delicado olor.
Expulsé viejos ídolos de tu mente y la muerte,

ese oprobio sombrío, salió huyendo de tu pecho,
vencida por renovada savia proveniente de un sol
que estallaba ante la excelsa gloria de tu innata virtud.