Los pinos

En mi casa antigua,
solar de mi infancia risueña
en el huerto,
donde solía jugar,
allí,
como una esmeralda perdida en el tiempo,
aún se encuentran los pinos.
Ellos son amigos de la soledad,
un misterio parece envolverlos
algo que el tiempo no consigue trasponer.
con su aroma suave,
apenas perceptible
diluido en el aire de la tarde,
esos arboles majestuosos
tienen algo de enigmáticos
Guardianes del silencio,
sus añozos troncos
que han soportado tantos vendavales
inclinándose levemente
de un lado a otro
al monótono son del viento parecen bailar.
Testigos mudos
de tantas platicas e historias,
que en las tardes de verano
o en las mañanas de primavera
bajo su sombra tuvieron lugar.
En las noches frías de invierno
majestuosos contemplan la luna
parecen quererla tocar
como si tuvieran con ella un imposible romance...
Y cundo generosamente
nos daban sus frutos,
caían sus piñas,
con ellas hacíamos pequeños fuegüitos
alrededor de los cuales solíamos jugar.
Sus hojas puntiagudas
en sus gajos generosos
albergan toda clase de pájaros,
seden sus gajos para ser su hogar.
Esos árboles queridos
parecen inertes
resistiendo mudos
a los embates del tiempo,
más son seres vivos
que cuando heridos
lloran sin cesar,
dejando al suelo caer
sus lagrimas de resina.