LUCES.

Una luz, unas luces,
algunas pequeñas,
otras no tanto,
pero en fin,
luces,
luces que mostraban algo,
algo que apreciar, algo que querer.

No saber apreciar,
no saber querer,
pero,
querer aprender,
algo que nunca imaginaste que querrías hacer,
llenarte de emoción,
de valor, de amor.

Pero que valiente señor,
el que entrega su vida por honor,
pero mas valiente es aquel, que lo hace por amor,
porque no hay peor dolor,
que el que te rompe desde dentro,
el que te encierra y no te saca, y espera a que te seques.

Con todo esto ya advertido la niña igual lo siguió,
o por lo menos lo intentó,
lo que no sabía, era eso mismo,
no sabía nada, ¿qué hizo entonces?
seguir su voz,seguir su mirada,sus besos,
sus abrazos,
sus caricias,sus risas,
sus tristezas,hasta sus bostezos.
Finalmente, sus luces, luces que la llamaban,
que le atraían ,luces que necesitaba y que amaba.

Que lindo es estar en la luz,
se decía la pequeña niña,
lo que le preocupaba, era las sombras por las que era perseguida,
¿qué podría hacer, si ellas eran parte de si misma?
la respuesta, ocultarlas,
el resultado, opacarse, apagarse,
volver ahí, al oscuro fin infinito,
solitario y frío,
y entonces, ¿qué pasó?

Las luces volvieron,
volvieron a aparecer,
a brillar,
y la niña volvió a amar,
a querer,
a estar en ese lugar tan necesario,
junto a la estrella mas anhelada,
mas brillante, deslumbrante, impresionante,
al menos para ella,
al menos para su sombra,
así se convirtió en su oscuridad, y él en su luz,
en sus luces.

Luz que se volvio a extinguir.