LA BELLEZA DE LO ADULTERO
Cerca de las nubes solares mi cuerpo yace sopesando su aire vil.
La piel un día tristemente joven
Es arrugada ahora que los rayos de oscuridad,
Fundidos en los relámpagos,
Amaestran esta lira y este crucifijo.
Tea, desilusionada, busca en las fronteras,
Y su vocesilla nupcial crema la posible
Decantación que su alma resguarda
Instaurada en las herejes manos de su conjuro...
Martes, las calles prohíben la vida de la soledad.
Tea camina silenciosa con pasos de águila,
Siendo un arco de carcaj blindado
El que si saeta melancólica rebota en la pared
Con los árboles desdibujados,
Borrados de la efímera estancia personal,
Enfermen y se contengan dentro de su flajelo estridente.
Su padre no la deseó oportunamente en la noche
De su decimosexto cumpleaños
Al rendir en lo nocturno los deseos,
Mientras el agua de la bañera
Ocultaba la ropa seca en una piel hirviente de penurias,
La manta difícilmente austera
Para aquello útil,
Cuya definición no me permito escribir.
¿Quién no ha de besar su ombligo
Hasta alcanzar menesterosos
La pulpa y el ceniciento hedor de fruta?
Había diseñado estratégicamente la creación de Dios
En una tetera de rival material como hambrientos aváros,
En las áridas fanfarrias de lo imposible.
Tea demente aumenta su sangre,
De soslayo cree perder un hijo, sin sospechar que los ríos la perforan
Y las espadas de
Espesor espíritual la trasladan,
Y denotan que un simple acto,
Ocasiona su muerte ritual...





