El adiós sin ruido
El adiós sin ruido
A veces, irse no significa cerrar una puerta con rabia ni gritar lo que no fue escuchado. A veces, irse es tan sutil que el otro no se da cuenta hasta que el vacío se hace rutina.
Ella no olvidó.
Tampoco sanó de un día para otro.
Solo se cansó de escribirle primero, de mandar audios eternos recibiendo respuestas breves, de insistir en un cariño que ya no existía
Al principio dudaba de sí misma.
“¿Será que exijo mucho?”
“¿Será que no entiende que lo único que pido es presencia?”
Pero con el tiempo entendió que rogar amor es una forma de perderse.
Y ella no estaba dispuesta a desaparecer por nadie.
Así que no hizo drama.
No publicó indirectas.
No bloqueó ni reclamó.
Solo dejó de escribir.
Dejó de insistir.
Dejó de preguntar si estaba todo bien.
Dejó de rogar por migajas.
El, tal vez, pensó que se había olvidado.
Pero no.
Ella recordaba todo.
Solo que, por fin, había elegido recordarse a sí misma primero.
Porque a veces el amor propio empieza con dejar de molestar donde ya no hay lugar.
Josefina Arévalo




