La barca y su barquero

poema de "Joreman"

La barca y su barquero
Atravesaba la charca, la barca conducida por su barquero
Del riachuelo, que emanaba sus aguas a la vereda campesina por un vertedero
Iba a recoger a sus labores, sus amigos alegres de pasajeros
En el puerto, amarró de un lazo a la estaca, junto a su sombrero

Debajo de un frondoso árbol, espero sentado, no sé cuántas horas a sus clientes
Se quedó dormido un largo tiempo, el barquero de aire fresco de sus corrientes
Despertó asustado, vociferando la tardanza de los campesinos ausentes
Dejó allí su barca y se dirigió al caserío, insultando entre sus dientes

Atravesó la calle real, solitaria de espantos y aullidos fantasmales
Buscó a sus clientes y llegó hasta el fontanero, de los tejados y los umbrales
Subió las escaleras del atrio, buscando respuesta a los sonidos lúgubres musicales
Las puertas del caserío estaban cerradas con candados y sus ventanales
Uno que otro perro aullaba, alaridos de miedos de ecos infernales

A lo lejos se divisaba la humareda, de la cocinanza de barro en la ladrillera
Se dirigió hacía el horno por un camino empinado y polvoriento
Y allí encontró encima de una carretilla al fontanero fornido, dormido y sin movimiento
El barquero lo fue a despertar y escuchó un atroz grito, ¡no lo toques!, si no tiene conocimiento!
Le preguntó al hornero, que era lo que sucedía a las personas del caserío, al fontanero sin quejidos de sufrimiento
En otro carruaje, apareció tirado el sepulturero, retirado del cementerio y su camposanto

El hornero sacó del horno una varilla con gancho, de fuego al rojo vivo
Y enganchó por el cuello al fontanero y lo lanzó a las llamas en forma repulsiva
Con su gancho ardiente, se lo incrustó al sepulturero y los dos ardieron en forma primitiva
El barquero quedó paralizado y mudo, de aquello que estaba presenciando, nunca visto sin calificativo alguno

Salió corriendo por la calle real, hacía el puerto sudoroso y meditabundo
Detrás venía el hornero persiguiéndolo, ya apestaba de olores nauseabundo
Saltó a la barca, presuroso, pero el hornero con su gancho le atravesó las mejillas, de sangrado a borbotones profundos
Lo jaló de la barca hacía el tablado, pero ya agonizaba de los estertores moribundo
Le prendió fuego a la barca, a la estaca y a su sombrero, como todo un criminal furibundo
Arrastró al barquero por el camino y lo lanzó a las llamas del horno y ardió como todo un inocente vagabundo
La pandemia arrasó con el caserío, con los campesinos, con el sepulturero, con el fontanero y con el barquero, sin virus de alaridos profundos
Y allí sentado en la carretilla, quedó el hornero, esperando contaminados de miedos profundos
“Joreman” Jorge Enrique Mantilla – Bucaramanga mayo 23-2020