Ella.

Ella.
Un ángel mandado por Dios luego de que le suplicara salir del infierno que vivo en la tierra.

Dios la mandó cuando la esperaba, ella bajó del cielo con un gran arco de luz que la rodeaba.

Perfecta era ella.
Limpia y delicada.
Absorta en sus pensamientos y sus deseos llenos de buenas dichas.
Ella era un ángel, según Dios.
Pero como el mismo Lucifer, ella también tenía su lado oscuro y maligno.

Siempre que a nuestro señor no se le ofrenda y se le cumple sus deseos, atemora contra sus pecadores. Lleno de amor, pero a la vez un ser que hace temblar a la tierra con su ira.

Ella era así.
Ella era mi diosa.
Ella era hermosa.
Ella era inteligente.
Ella era astuta.
Ella era una niña.
Ella era una mujer.
Ella era día y noche.
Ella.
¿Era?
Ella es.
El pecado del egoísmo la dañó.
La falta de ofrenda.
La falta de horarez.
Ella pasó del cielo al infierno y desenfrenadamente se convirtió en el mayor desastre natural para acabar con todo aquel que no le servió.
Ella es bondadosa, pero conoció su límite.
Ella sufrido.
Ella ha aprendido.
Ella ha decidido.
¿Dónde está ella?
Ella solo vive en mí.

Porque se fue, porque volvió a nacer.
Porque en mil años me dio mil oportunidades y preferí pecar en su contra.
Ella está empoderada.
Ella sabe lo que quiere.
Ella.
A ella la amo.

Tú.
Yo
Ella.