El accidente
Vivía una vida normal. Mis aficiones eran sencillas, pasar el día con mi mujer y mi hijo de 1 año, salir a correr todas las noches. No fumaba, no bebía y tampoco era adicto a nada. Me gustaba mi trabajo, era cariñoso y me encantaba cuidar de niños pequeños, por lo que trabajar en una guardería era una bendición.
Un día, tuve una discusión con mi mujer y me fui de casa a correr para ahogar los pensamientos. No seguí mi recorrido normal, solo quería correr, despejarme, olvidarme de ese momento amargo. Cuando me disponía a cruzar esa esquina, me vi sorprendido por un coche, no pude reaccionar y en seguida se me echo encima. Note los huesos de mi espalda desplazarse, las rodillas romperse mientras que salia disparado por los aires para luego impactar contra el asfalto. Lo siguiente que recuerdo es mis ojos cerrándose lentamente hasta acabar desmayándome.
El tiempo paso y paso y no pude abrir los ojos, lo que no me impidió escuchar lo que sucedía a mi alrededor. Todos los días escuchaba a mi mujer, me contaba qué tal le había ido el día, que tan grande se estaba haciendo nuestro pequeño, que tan ansiaba volver a escuchar mi voz.
Llego el día en el que abrí los ojos y los vi a los dos, dormidos, acurrucados con una mantita. Verlos otra vez me inundo el alma de alegría. Alze la voz lo fuerte que pude y la llame... ¡Ana!, ¡despierta cariño!. Al instante abrió los ojos, salto del sillón y vino a abrazarme. Puede ver en sus ojos llorosos y su risa continua que se había alegrado de verme tanto como yo a ella. No creí volver a verla jamas. Al rato, me acerco al pequeño Bryan para que lo abrazara, pero mi sorpresa vino cuando alargé los brazos para cogerlo. Quería moverlos pero algo me lo impedía. Ana trajo a un médico y tal como llego me llevo a un quirófano. Horas y horas de pruebas que no sentía, de ruidos que harían estremecerse al mas valiente. Cuando salí el médico nos lo comunico, tenia parálisis de hombros hacia abajo y iría perdiendo la memoria poco a poco. Mire a Ana, su rostro pálido y su mirada perdida lo decían todo. Estuvimos sin mediar palabra hasta que me dieron de alta.
Volví a mi hogar tras varios meses. Recuerdo que todos los días Ana me dejaba frente a la ventana para que me diera el sol, veía a los niños jugar, a las parejas pasear juntas, veía el sol ponerse todos los días, veía el pasar del tiempo. Lo que mas impotencia me daba no era no volver a hacer algo por mi mismo, si no que mi hijo crecía y no podía cogerlo en brazos, bañarlo, darle de comer, jugar con el. Seré sincero, he pensado numerosas veces en el suicidio asistido, pero no lo he llegado a pedir por ellos, el cariño que desprenden y sus hermosas sonrisas valen tanto que por ellos luchare y no me rendiré nunca. Ellos son el motivo que me unen a este mundo ahora para mi vacío y sin sentido. Esta carta la ha escrito mi mujer ya que perderé la memoria y queríamos plasmar en una carta lo que siento.
Tengo que decirte algo, Bryan, por si no llegara a recordarte nunca. Siempre seras mi cosita, mi pequeño amor , tus manitas y esos ojitos tan pequeños me cautivaron desde que te vi por primera vez. No podre darte consejos cuando seas grande, solo te digo ahora, se un buen hombre y haz que me sienta orgulloso de ti.
A ti, Ana, decirte que pese a todas nuestras discusiones y rocecillos siempre seras dueña de mi corazón y solo decirte gracias por estos años junto a ti.
Para terminar diré una frase que recuerdo todos los días:
-Mi vida es un infierno, pero ustedes hacéis que me sienta en el paraíso-.