.raíces

poema de Javier Pineda

Recuerdo el aroma húmedo de la cuerda que sujetaba la madera medio podrida,
astillada y perforada por aquellas tachas oxidadas, robadas el día anterior.
La luz que atravesaba la maleza y prácticamente lo utilizábamos como reloj de sol.
La fragilidad sorprendente de los bajos del pantalón
o las miles de roturas a la altura de la rodilla.
Mi madre no ganó para parches que se ponían con calor.

Clases avanzadas de botánica, herborista y alquimia.
Idea sobre materiales, sus composiciones y características.
Eso era aprender y no lo de Finlandia.

Torceduras de tobillo, granitos desconocidos, pinchazo de vete a saber tu que planta,
no importaba nada, eramos inmunes.
El calor era nuestro aliado, el agua del afluente del torrente un gran desconocido,
durante años intentamos entender su movimiento.
Es imposible detenerlo al igual que no podemos detener el tiempo.

Solo chasis y cuatro cables, un foco perdido,
un deposito derramado, moto robada que el agua ya se encargaba de hacer desaparecer.
La habilidad arquitectónica que salia de la imaginación de cuatro niños en un torrente
donde la cima de los arboles eran nuestros cimientos.

La flor desconocida con forma de hongo,
que nacía tímidamente en el regazo de un árbol,
de color apetecible al gusto y miedo al tacto.

Jerarquía más que establecida a elección popular,
tareas claras para poder mejorar y un respeto que no se consigue a estas alturas y eso que en teoría
somos más ¿Racionales?
Sin darnos cuenta habíamos sembrado semillas de amistad.
Ya podía valer la pena, unos pies temblorosos uno delante del otro intentado no fallar su paso,
brazos sujetos a una barra inestable y mucho en juego.
Eran pruebas irrefutables que demostraban lealtad,
paseando por aquella tubería alzada a unos metros
de lo que podría ser una caída fatal.

Pero daba igual!

El único peso que debíamos soportar era el de la válvula del colchón hinchable.
Un cocodrilo furioso que aparte de comerte, sabía volar.
Nunca había escusa por muy fría que estuviese el agua
siempre había un motivo positivo para entrar. Que te voy a decir que no sepas
si nuestro ataque favorito era el Kame Hame Ha!
Miles de gotas de agua levitaban durante unos segundo,
direccionadas hacia el torso frío de un amigo,
al que le iba a impactar una energía indescriptible en nuestro mundo irreal.

Militares armados hasta los dientes, a piedras, pistolas y arcos que eran capaces
de infiltrarse en una mansión con rehenes.
Éramos gladiadores en un campo de batalla, salvaguardando la ciudadela.
O custodiamos aquel viejo puente, única vía de entrada de los más peligrosas criaturas.
Podíamos ver sin estar y vivir sin hacerlo, cualquier situación creada con ilusión.

Los únicos víveres que se necesitaban para cruzar los frondosos campos de
maleza, era un Calippo de limón o naranja según el gusto y maíz inflado.
Todo lo otro era innecesario.

Tu única preocupación era engrasar bien la cadena de tu bicicleta,
dejar los tornillos apretados en su punto optimo y que hubiese betadine en casa.
Podíamos crear una rampa capaz de saltar cualquier muro.

Gomina, sobretodo gomina, algo de perfume de tu padre y allá vamos.
El postureo que se usaba era el del corralito de sillas blancas,
el bailoteo tímido entre amigos con música verbenera y las miradas al otro grupo,
donde siempre estaba ella.
Brisa de aire veraniego donde distinguías el olor de algodón de azúcar,
pies sudados del colchón hinchable y el olor a pólvora que tan locos nos volvía.
Menuda droga. Cerilla recién prendida impacta suavemente con la mecha,
esta prendía y a partir de ahí se desataba la locura, era una aventura ver
lo que se podía reventar con la metralla.

Tantísimos niños de nuestra edad con la que compartimos tiempo y diversión,
formaron parte de nuestra aventura, sin juzgar ni guardar rencor.
Espero que alguno de ellos llegue a leer este cuento.
La paciencia y a la vez la alegría de los muchos padres que nos supervisaban.
No ganaban para merienda cuando había reunión, ni de aceptación cuando
utilizábamos la imaginación.

Una infancia mágica a la que muy pocos tiene acceso hoy día.
No cambiaría nada, absolutamente nada de lo que viví, excepto que los veranos
se quedaban cortos.

Seguir escribiendo significaría dejarme enamorar por la nostalgia de aquellos años,
que tanto he amado, tanto he recordado, tanto he deseado, tanto he proclamado.
Sólo me queda el consuelo de conservar la memoria y seguir abriendo de vez en cuando
la caja que guardo con llave muy adentro de mis recuerdos.
Custodiada por un Peter Pan enamorado de su infancia.

Comentarios & Opiniones

Xio

Javier que gusto me ha dado visitar tu obra, hermosos recuerdos de la infansia , bonita narración, es como acompañarte en esas formidables aventuras con tus amigos de aquella época ,un placer de lectura, saludos cordiales.

Critica: 
Joelfortunato

Encantador y entretenido es su buen decir, con ritmo y claridad expositiva. Bien muestra su obra elementos de reflexiones, recuerdos emotivos y descripciones, con anhelos interesantes y especial manejo del tema.

Critica: 
Canastos

Bonitas letras ,historia vivida de una infancia bendecida ,derecho de todos los niños que pocos han conseguido. enhorabuena.Peter Pan.un saludo-

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