Una mira turbia.

Te vi llegar con la mirada turbia, distinguiéndote por caminar marcando el paso de revolución al son de tu tacón.

Sin titubeos ni atrasando al reloj empiezas profanando cada verbo de amor con veneno sabor a miel añejada por tus aires de corazones rotos.

Canalizas tu armoniosa aura para que se pose en tu mirada e inunde todo orificio libre en almas agrietadas, completándolas con cemento que quema, pero rellena el vacío.

Te llena de sensaciones vibrantes que desenmascara la ilusión producida por la sequía de amor, soltando toda su magia dañina sin soltar un parpadeo.

No te basta con solo ensuciar almas, eres coleccionista de cuadros torcidos, tatuajes arrepentidos y flores marchitas, para tener satisfacción del despilfarro de pasión.

Sin doblegar una mirada lagrimeante, sin aguas de arrepentimiento, pero si mucha sed de más imprudencia de amor podrido, como si tus historias fueran gajes del oficio.

Cuando se destrenza la mentira articulada por tus desdichadas palabras agónicas repletas de los espacios en blanco que hay entre versos, como silencios muertos pero que salpican morbosidad del siguiente párrafo que emitirá tu boca.

Como si a tus pies no hubiera poemas rotos y ceniza que ha quedado de los vestidos que te logre quitar, te vas marchando al son de mi pie descalzo buscando ayuda por las llamas que aun quedan.

Haciendo una llamada al desacato revuelcas mi alma en aquel pozo oscuro que hablamos una tarde, donde nace lo terrenal y la miseria del hombre, tomaste su estanque como hogar para tus escándalos intencionados.

Te deseo que tu nube nunca se acabe, que el sol pinte tus días y que el tiempo no te encuentre, la piedad no es una cualidad de tu futuro, me perturba mirar tu destino pues en el presente solo estas en tu miseria.