La tarde avanza

La tarde avanza con su aspereza irreparable,
los ruidos del exterior parecen entrar amplificados,
y aquí me hallo,
en algún lugar de mi hogar,
tumbado, solo,
sin más aspiraciones que escribir,
sacar de mí este fatídico día,
forzar lágrimas secas,
todo lo que podía ser y no ha sido.

Esperanza hacia el futuro, sí,
pero el tiempo avanza y parece no avanzar,
el afán por vivir en un futuro prometedor,
nos ancla al más terrible de los presentes.

Un presente inmutable,
al igual que mis sentimientos,
que un día y otro,
me muestran tu mirada.

Tu risa, tu color,
los momentos que hemos compartido,
también mi risa y nuestra risa.

Instantes siempre recordados por mí,
quizá no por ti,
pero que de igual manera se diluyen,
aplastados por la tarde imperdonable,
generan melancolía y sobre todo,
mi sonrisa,
que ya no tiene en frente a la tuya.

Se enciende en mí un halo de luz,
iluso yo,
por pensar que todo aquello que fue nuestro,
compartido,
iba a ser eterno, pues nada lo es.

Culpándome por mi inocencia,
mis miedos,
mi falta de determinación,
pienso en ti una y otra vez,
no olvido tus ojos sinceros,
que en tiempos de júbilo,
me convirtieron en el más feliz de los hombres.

Así es,
la tarde avanza,
me recuerda tanto y tanto que dejé escapar,
y que por no fracasar,
no he escapado al fracaso.

Fracaso por este vacío,
ayer, hoy, mañana,
estas lágrimas que no salen,
sólo este poema,
de las palabras que nunca te dije,
de mi amor que no te entregué,
de mi música que hoy desafina con dos tristes notas.

Sólo espero que,
allá donde estés,
la luz del amor,
aún no siendo yo la bombilla,
te alumbre el camino de la felicidad.

Porque me has mostrado tu dulzura,
tu belleza, claro;
tu simpatía,
tu cabello dorado,
y tu brillo inagotable.

Porque el tiempo a tu lado es inconcebible,
no como está tarde,
que prosigue imparable,
por cada segundo, una mirada;
por cada minuto, una vivencia;
por cada hora, un plan;
y cada día y cada noche,
arrepentimientos, sueños,
y tu figura en lo más profundo de mi mente,
y de mi corazón.

Como decía Góngora,
en tierra,
en humo,
en polvo,
en sombra,
en nada;
ese es el camino de mi ser,
de tocar con mis manos tus manos delicadas,
pasando por verte marchar,
de lejos,
pensando en volver a vernos,
iluso de mí,
pues todo es especulación,
intentos de un futuro,
que solo existe en mi cabeza.

Como tú te has ido,
se va este día,
nubes grises,
noche a punto de comenzar,
y no especialmente caluroso;
sólo quiero que sepas,
que pase lo que pase,
tendrás un hueco en mi corazón,
qué digo hueco, más bien un amplio lugar reservado,
vacío para tus deseos,
porque si algo se ha quedado desolado,
hueco, vacío,
es mi corazón sin ti.

Mientras tanto, la tarde avanza...