Don Gabriel Vargas Bernal
“Un artista, . . . excepcional.”
Vámonos con muchos tientos,
año de mil novecientos
quince, sin soslayo de algo,
México, Estado de Hidalgo.
Tulancingo vio nacer
al que, más tarde, iba a ser
genio de los “meros, meros”
motivador de “moneros”.
Don Gabriel Vargas Bernal,
un creativo original
al que Dios le diera un don
llevándolo hasta el Japón.
Ganando un segundo premio
de dibujo por su ingenio,
mas, tuvo triste desliz
negándose a ir a París.
A disfrutar de una beca,
por el jornal sí se peca,
necesidad de un salario
que le diera Excelsior, Diario.
De información harto sana
con poca paga de “lana”;
bajo estos versos celebro
su inteligente cerebro.
Los triunfos, en él, normales,
sus dos Premios Nacionales
de Periodismo y de Artes,
predestinado, desde antes.
Magno caricaturista,
nadie le perdía la pista
en pasquines ilustrados
dando vida a “Los chiflados”.
A “Sherlock Juan”, “Pancho López”,
con el lápiz, con sus dotes,
a “El gran Putin”, “Los del Doce”,
gráfica lo reconoce.
“Sopa de perico”, enlisto,
y por “La vida de Cristo”,
recuerdo solo unos cuantos
de sus coloridos cuentos.
Don Gabriel se cuece aparte
como ícono del arte
en cultura popular,
lo que lo hace singular.
En talento puro artista,
dibujante historietista
de “La Familia Burrón”,
renombrada en la nación.
Como olvidar el relajo
en el “Callejón del Cuajo”,
la típica vecindad
bien llena de amenidad.
De imágenes, de grandeza,
de simplicidad, belleza,
hijas de sus percepciones
de sesudas emociones.
Plasmadas en el papel
con barnices de oropel,
Doña “Borola”, “Regino”,
forjaron su leal destino.
Con “Macuca”, “Reginito”,
perro “Wilson”, “Foforito”,
los personajes primarios
junto a muchos secundarios.
Caricaturas de talla,
pienso en “Filemón Metralla”,
“Don Susano Cantarranas”
que, al libar, le echaba ganas.
Cómo me acuerdo, ¡mi hermano!,
de “Avelino Pilongano”,
todos creados por la fiel
mentalidad de Gabriel.
Cuantas lecturas supremas,
se me pasaban las penas,
nunca se cansó mi vista
leyendo feliz revista.
Dicha obra sigue inquieta,
una colección completa
muestra un Museo de Florencia,
en Italia real presencia.
Lo percibo en su escritorio,
su estudio, su adoratorio,
sobre cartulinas, gises,
manos de mil directrices.
En restirador de oficio
diseñador de artificio,
por pinceles, colorantes,
¡quién trabajara como antes!
Su chispa no decrecía,
hasta veinte horas al día
de trazos sin un pretexto,
cruel embolia obtuvo, presto.
Aún con la enfermedad
laboraba sin piedad,
tres décadas siguió dando
inspiración, ofrendando.
En dos mil diez falleció,
solo así ya no ejerció
la profesión de “monero”,
nada dejó en el tintero.
Su equipo, plumas, pinturas
de diferentes texturas,
los resguardan entrepaños,
¡cómo han pasado los años!
Mas, gloria no lo abandona,
es cátedra en la Sorbona
por sociedad mexicana,
en Francia su extensa fama.
Mi homenaje, pleitesía,
con esta humilde poesía
a Gabriel Vargas Bernal
ser humano . . . excepcional.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, a 25 de mayo del 2020
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