TARAREANDO

poema de Germán g

I-
Deja que te prenda mi voz
en el ahumado silencio de la tierra,
y te invadan mis vientos salitrosos,
y mis calidos besos te enamoren.
Si me sueltas tu cuerpo
liberaré las ondas de mi ternura opaca,
y sabrás de mis noches atestadas de olvido.

Deja que mis sonidos crucen
tu firmamento tibio, y en un jirón
de besos polvorientos y magros
atenuarnos la vida con un sollozo largo.

II-
Ven y mira la muerte sujetada,
y las flores del mal solas y tristes.
Hay terrones vidriosos en la vida
y suaves arenales en los ojos.

Ha caído la noche vertiginosa
y los temores rozan opacados
el sentimiento candido del alma.

III-
Yo quisiera mirarte siempre mía,
siempre oliendo a hojarascas
sosegadas y a momentos sencillos
como el aire. Yo zurzo los idilios
agrietados, con el sacro rumor
de la inocencia que palpita
solaz en mi memoria.

IV-
Han llegado prendidos a mi pecho
los desgarrados ecos de los pájaros,
han venido soplando en los océanos
como barcas aéreas que se alejan
improvisando campos de nostalgia.

Resucitan, dolor, aquellos besos
sepultados de amor, alguna tarde.

¡Oh, tus besos, arácnidos del alma
oscuros y volátiles relámpagos!

V-
Huele a rosas mortuorias
la soledad del cielo,
y la sórdida sombra me asesina.

Y me alejo bregando los sonidos
para tocar la dicha de los árboles,
allí acorruco mi espíritu liviano,
allí me posesiono del olvido.

Germán g

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