Oda a la diosa que espero

I
Ayer me vi allí.
Fue en sueños,
pero me vi.
En ese lugar bailé,
mientras sonaban los tambores.
El güiro elevaba en
su sonido los sentidos,
que se perdían en los cantos
de invocación.
La multitud esperaba
a la expectativa,
y yo vestido con mi traje
me convertía en el centro de atención.
No demoró mucho
consumar al éxtasis.
A ese punto, la sensualidad
se adueñó de mi cuerpo.
Fui erótico, más sensual,
Cada vez que buscaba resaltar
que ella es la más bella.
En la dulzura de su afrodisíaco
abrigué mi piel,
haciendo con encanto
un collar, exactamente de miel,
que adornó mi cuello.
La excitación me llevó a
los tambores,
bailé encima de ellos,
para que supieran todos
que había llegado la tamborera.
Escuché tres nombres,
y desperté luego.
Serían posibilidades, para
escoger solo uno.
Tras la posesión comprendí
que ella ya me esperaba
en su cuarto,
tanto como yo
en mi cabeza.

Iyalodde oñí o
Oñí abe
Secure Ibu Yumú
Oñí abe
Secure Eleke Oñí
Oñí abe
Secure Ibu Añá
Oñí abe.

II
Sirena del río
que despiertas el encanto.
Bailarás sobre mi cuerpo
que te está esperando.
El viento confiesa el secreto,
ya nada puede evitarlo.
Llegará el día a la postre,
tus hijos te estarán cantando.

Lade koyu dide
otolorefa dide oma
yambele lade koyu dide.

Y te levantarás riendo
a carcajadas,
con los brazos en alto.
Girarás voluptuosa,
como un manantial desbordado.
En tu traje amarillo
el oro será recordado.
Como la reina que eres
al mundo habrás llegado.

Yalodde Yeyé Kari.
Yeyeo.
Omori yeyeo.

En la frente nos habrás besado,
y del sudor de tus hijas
habrás disfrutado.
Para cuando caiga la tarde
entonces, poco a poco,
te habrás marchado.

Ala alala
ala sirere. Ala sirere
ala sirere.

III
El hombre nacerá del río.
Así lo escribirá el destino,
que le prepara toda una epopeya.
Será en agosto, ya Dios
sabe la fecha.
Vendrá entonces la madre
a su cabeza.
La luz brilla en los ojos,
mientras la frente bendice.
El niño se acurruca en los brazos
que lo acogen tiernamente.
Un besos dan sus labios rojos,
y en la misa el Padre entona un canto.

Todos tus hijos, a ti clamamos…
egbe mi, iya mi.

El hombre-niño algún día
será bendecido.
Y en su corazón latirá un
nombre nuevo, que lo verá crecer
como si se empinara una palma.
Para la madre el amor,
el respeto, y de ella su bendición.

Dide ma aro
panga ma aro.

La diosa en él
-casi-
ya reposa.

Dide ma aro
panga ma aro.

IV
Tiembla la piel,
y no por el frío.
Los sueños revelan la ocasión.
Siento la voz que me llama,
la voz que viene del río.
Responde vehemente el tambor.
Cierro los ojos y, no
por el miedo.
En la mente se dibuja la sonrisa.
Se ríe coqueta, buscando de prisa
al hijo que nace
para darle el corazón.
Sus manos mulatas me abrazan,
la ternura maternal
calma los nervios.
La cerveza, la miel, deja
a todos ebrios,
a todos locos de amor.
El camino cada vez
es más corto.
Yo negro ya me veo de blanco.
Lo sueño, lo pienso,
no me aparto.
Si es que anhelo
escuchar su voz.
Llegará divina, sensual,
la puedo ver.
Buscará a su hijas,
alegrará la vida,
pasará mi dolor.
Y seré suyo,
como aquel hijo
que es de la madre
desde el día que nació.

Iya mi ile, odo
Iya mi ile, odo.
Bogbo ache, ache mi
saramaguo, eh.
Iya mi ile, odo.

V
Y como un aura se
elevó en el cielo.
Ella vino a mi cuerpo,
dueña de mi cabeza.
Mis ojos al fin la vieron.
Su piel dorada, que en
el río se mojaba,
su risa soberana que
a las fieras amansaba,
su vestido amarillo rematado
con plumas de pavo real,
su cabellera negra y larga
seducía como esos besos
que se dan en la oscuridad.
Fue la tiñosa quien
me abrazó en sus brazos.
Donde encontré el calor
de la madre que esperaba.
El niño iluso supo que
ella vendría por mí.
Ahora escucho la risa de ambos.
Sí. También la de mi padre
que está en el monte,
de donde ella lo sacará
de nuevo con su miel.
Los dos ríen felices por el
nacimiento del nuevo hijo.

¡Ofe ni ti iya!
Ofe ni ti iya
Ofe ni ti iya.

Fue tan larga la espera,
y en un momento
llegó el alumbramiento
de la madre sobre la estera…

Bembelere awó.
Abembe Oshún,
bembelere awó
abembe Oshún.