No siempre hay buenos días.

Otra vez el redoble al compás del olvido,
otra vez la carrera de memorias sin jockey,
otra vez camaleones camuflándose al ruido,
otra vez las jeringas sin el cuerpo del jonkie.

Otra vez la estación sin tu guante en mi mano,
otra vez los desiertos a la orilla del mar.
Otra vez la canción que no encuentra su piano,
otra vez las campanas del anhelo a doblar.

Otra vez el intento de jugar al poema,
de enjaular con cristal los recuerdos alados,
de faltarme los números al abrirme un teorema,
otra vez la derrota, los espejos quebrados.

Otra vez realizando que no todo fue un sueño,
otra vez cicatrices que se ponen a aullar,
otra vez soy un gato que no encuentra a su dueño,
otra vez esas fotos que no puedo mirar.

Otra vez que no intento porque nunca quisiste
a estos labios azules que buscaban tu herida,
a este cardio que grita, que menciona, que insiste,
que fue grietas y escombros en tu torre de vida.

Otra vez huracanes en un cielo de espinas,
otra vez la navaja con la cual me cortaste
mi globito de amor que paseaba entre ruinas,
el retrato en delirio desde el bajo contraste.

Otra vez soy pequeño si me encuentro en tus ojos,
otra vez tus engaños me hacen ecos de sangre,
otra vez no hay un suelo donde bailen mis cojos
dedos. No hay nueva piel
que contenga a esta carne.

Otra vez otra vez, otra vez y otra
que estar solo es reflejo de ya haberte vivido;
a aprender a vivir con dolor y derrota,
a adaptarme al regazo que me brinda el olvido.