FIESTA FORMAL

Andábamos de manos ella y yo cuando alguien vino.
Nos dio la bienvenida, un trago y se marchó.
De pronto me sentí como un viejo campesino
que en la ciudad no sabe qué hacer con lo que encontró.

Cuando tú llegaste, no te esquivé los ojos.
Mirándote bien fijo, me dije: “La conozco”.
Pero el atardecer naranja oscureció hasta el rojo,
y en la oscuridad parecen tumbas los kioscos.

Tu mirada me pesaba en las sienes, y las copas
no sé qué daño me hacían, que te miré con descaro.
Casi estuve a punto de asaltarte a quemarropa
y preguntarte, pero ella vino a mí como un disparo.

“¿Qué te pasa? Mi amor, te noto ido. ¿Quieres irte?”
“Para nada. Tú estás con tus amigas tan contenta
que me reconforta de un modo que no sabría decirte.
Tranquila…. ¡Otro trago! Mi garganta está sedienta…”

Me quedé en una esquina tratando de hacer memoria,
mas quizá por el tiempo o el alcohol me confundí,
y de repente sin avisarme me entró una euforia
que no supe por qué era, pero igual salí de allí.

Encontré a mi compañera y reímos con su gente,
que sorprendidos, me celebraron mi buen humor.
Primera vez en la noche que me sentía en ambiente,
hasta que vi que esos ojos no me causaban fulgor.

Le agarraba la cintura. Ella agradecía el gesto.
Le besaba la mejilla para lucir más decente.
Me fui al baño a quitarme esos mareos molestos,
y el agua fría del grifo me parecía una fuente.

Al volver afuera, tú ya no estabas, y te confieso
que no sé si me importó, pues no iba a saludarte.
Nos despedimos de todos y yo quedé como tieso
cuando descubrí de pronto que tal vez debí buscarte.

Estaba sobrio. Lo sé. Sólo estaba un poco tenso.
Sólo me dejó con sueño el alcohol que me bebí,
y entre aquella somnolencia descubrí un vacío inmenso,
pues ni la amaba a ella, ni te recordaba a ti.