Yo te conozco, amor.

Yo te conozco Amor.
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Yo te conozco amor, y te siento en
mí como a una ola que besa mi playa
preterida. Ahora, que me abrazo a
la armonía del silencio y al ocaso
de la tarde, tan sólo tu caricia
me acompaña, tan sólo tu presencia
me conforta, tocando el clavicordio
de mi alma, las campanas de mis torres,
los clarines de mi pecho.

Yo te conozco desde hace tiempo y
sé de qué color es tu piel porque te
siento muy dentro... y te he visto desde el
balcón, brillando entre las hojas de las
acacias, o entre los pétalos de los
geranios y los claveles rojos...
Tu presencia me inunda por completo:
tú eres como un soplo que me llena
de alegría, como un río de fuego
que fluye por mis venas, como una
luz que me alumbra, como un impulso
que me alienta y me guía.

¡Oh amor, qué amplio es el gozo que me otorgas,
qué dulce tu caricia, qué profunda
la huella que me dejas... Con tus ojos
lo veo todo distinto: la belleza
de las flores, el brillo de la luz,
los destellos del arroyo, el verde de
la hierba…!

¡Con tu fuerza puedo romper cadenas,
subir montañas, crearle ilusión a las
personas, abrir caminos, romper
fronteras... despedazar los raíles
de la distancia, eliminar rencores,
sembrar concordias, llenar de alegría
a la mujer amada… Con tus manos,
puedo alcanzarlo todo… con tus alas,
volar muy alto... contigo, todo es
diferente, sin ti, todo se enturbia
se apaga y oscurece…!

Ahora, cuando despunte el sol por el
horizonte, me abrazaré a su orto
para llenar de luz el iris de mis
ojos… ¡Es tan grande lo que siento y
tan pequeño el tabernáculo
donde te alojo…!

¡Abrázame muy fuerte y lléname
de ti para sentirme más humano,
para llenarme de tu gozo, para
tender puentes hasta el cielo y abrir
caminos de esperanza... para alcanzar
la gloria, y el sosiego que deseo!

Autor: Francisco López Delgado.
Todos los derechos reservados.

Fondo musical: Melodía encadenada.