Un regreso silencioso

El cielo lloraba sobre mi cabeza.
¿Por qué no lloras? me preguntaba.
Pero sólo hubo un silencio.
Dentro de mi algo se sentía vacío.

Tan novedoso que era todo.
Las calles, las paredes, la gente.
Mas él dijo que era lo opuesto.
Que era antiguo, dijo sin estar presente.

Tal vez era viejo, sucio y malgastado,
pero asombroso al fin y al cabo.
Y él seguía ausente.
Dime, ¿Qué pensaste?

Tanto que le entregué esa tarde.
Tanta mentira que le conté.
¿Que si andar en triciclo me bastaba?
Mejor que sea en avión, mi interior susurraba.

Oculté todos mis sentimientos,
para que de mí no corriera.
No te vayas, no te vayas.
Puedo no sentir como cualquiera.

He actuado tan bien,
que a ratos lo llego a creer.
Me acosté de costado
y dejé mi corazón a un lado.

Me abrazó con un “te quiero”,
pero ni siquiera lo sentí.
“Y yo a ti”, le respondí.
Te quiero y te quiero.

Mas amarré a mi corazón.
Le dije: ahora no.
No sientas, no oigas,
ya te taparé con un caparazón.

Ojalá perdone mis cosquillas,
que jamás sepa mis mentiras.
Que perdone mi miedo a entregarme
en manos de quien no puede amarme.

Viajaría de plutón a venus
sólo para besar su cuello.
¿Podemos querernos?
¿Podemos querernos mientras nos vemos?

Aunque ese día yo me vaya
y al día siguiente él se quede.
¿Podemos querernos?
¿Podemos querernos mientras llueve?

Me dice que no siente nada.
Yo no estoy esperanzada.
Pero que me quiera mientras me abraza,
que me quiera mientras me besa.

Que me quiera sin dudas,
sin distancias,
que me quiera confundida,
que me quiera alocada.

Aunque sea una ilusión,
al menos que me quiera hoy,
pero que me quiera como la Tierra al Sol,
que me quiera como lo quiero yo.

No puede corresponderte,
dice mi mente,
pero yo sé que en su cabello
mi caricia siente.

Sé que su mano siente
más que mi piel.
Que mi espalda es suya
y mi cuello también.

Entonces, en su silencio,
yo en el mío lo inmortalizaba.
Todos los besos que me dio,
más todo lo que me gustaba.