La falla

Una vez salí con un chico lindo luego de una fiesta donde nos besamos de casualidad. Tenía tatuajes y usaba patineta. “El Skater”, le decía a mis amigas.
Pero en ese entonces mi corazón estaba lleno de ilusiones, soñaba con alguien más.
Por lo que, cuando llegué a casa ese día, luego de nuestra segunda cita, le dije a mi madre que había salido con un drogadicto. Tachándolo de inmediato de la lista, ignorando lo bueno, aferrándome a lo malo para seguir con mis fantasías.
Años más tarde, siento que mi corazón sigue aferrado a las mismas ilusiones. Un sueño que rompe los parámetros normales, porque su luz es indescriptible, algo que debo bloquear hasta de mi misma para funcionar día a día sin recordar sus manos, su voz, sus besos. Porque nadie sabe que todavía me visita a hurtadillas cada tanto, que me dice “te quiero” a las dos de la mañana y pide colarse entre mis sábanas.
Nadie sabe, así que trato de salir, de sonreírle a todos.
Pero entonces conozco a un chico lindo, alguien bueno que toma mi mano en medio de todo este caos interno y me gusta. Me gusta su compañía, su amistad, pasar la noche entre sus brazos.
Y lo que sigue es tomar nota de sus fallas, lo que sea que me haga tacharlo de mi lista.
Pero la verdad chico, es que la que debería ser tachada de cualquier lista, soy yo.
Yo no le convengo a nadie, tú mereces a alguien mejor, alguien que no esté cegada por la luz de otro. Alguien que esté limpia, aunque sea para jugar, porque a veces creo que la drogadicta soy yo.
Yo no puedo dejarlo, por malo que sea.
Porque sus mensajes me dan vida y su silencio es la razón de las benzodiacepinas de mi velador.
Porque su compañía me hace querer gritar de euforia y su distancia me hace querer romperme.
Y mi psicóloga quiere que lo intente, que le diga la verdad, pero ni conmigo puedo admitirlo, mucho menos con él. Por ende, tampoco contigo.
Porque admitir la única palabra que describiría esto, sería admitir que le oculto la realidad.
“Lo amo”.
“Siempre lo amé”.
“Quizás siempre lo ame”.
Y la idea de admitir que le oculto algo me destruye, me hace sentir traicionera.
Porque a la última persona que me atrevería a traicionar, sería a él.
“Al amarlo lo traiciono, porque finjo poder ser su amiga”.
Por eso acepto el silencio, acepto tapar sus huellas y esperarlo con el calienta cama en dos.
Y tú, cariño, mereces a alguien limpio. No a mi.
Porque yo: “Lo amo, siempre lo amé y quizás siempre lo ame”.
Y Dios, esa si que es una falla enorme.