Dulces noches

Siempre adicta a los placeres inmediatos.
A ese pastel de media noche.
A la salida nocturna entre luces caleidoscópicas.
A esa validación de quien admiras.
Adicta a la emoción de un enamoramiento fugaz, instantáneo.
De esos que no duran, pero que siempre recuerdas con una sonrisa.
Porque aún recuerdo cuando tuve que romantizar el apocalipsis en media pandemia, con un vínculo furtivo.
Ese que nadie supo, pero que siempre quise que supieran.
Que supieran de nuestras conversaciones nocturnas, de nuestras fotos compartidas. Que supieran que ese coqueteo casual me permitió continuar en medio de ese ambiente hostil y aterrador.
Porque una se afirmaba de lo que podía y maldita sea, cómo me gustaban los placeres inmediatos, esos que le daban adrenalina a mis noches de angustia con sugerencias imposibles.
Aquellas ideas locas que un día dejaron de ser meras fantasías.
Aquel baile que hicimos con la luz apagada, cuando quería olvidarme de todo y de todos.
La forma engreída en que me miraba.
Maldito petulante, bendito placer instantáneo.
Pero ahora me resisto a buscar salidas fáciles, esos pilares inestables.
Ahora busco emoción en las cosas que solo dependen de mí.
Pero la verdad, es que solo termino levantándome a media noche, a buscar galletas en la despensa.
Despierto con chocolates en mis manos, pero me rehúso a caer en viejos vicios.