Caprichosa

poema de Dreamer girl

La niña caprichosa que se desvivía por mantener la atención de todo el mundo.
La que al crecer, descubrió un poder oculto que sacó a flote su personalidad, esa que había sido aplastada por tantos años.
Después de todo, no la habían dejado ser rebelde, sentarse chueca, ensuciarse al jugar ni andar despeinada.
Todo ese dio paso a alguien que prefería esconderse, pero que por dentro seguía esperando ser adorada.
El mismo capricho que la llevó a enamorarse de los imposibles. De lo difícil. Por el mero placer de conseguir su atención.
Y eso, la volvió adicta a sentirse deseada.
Besada por el chico más bello, vino rosé en copas elegantes.
Siempre con suerte, pero siempre un instante.
Siempre adorada, pero nunca amada.
Pero el vicio es más grande.
Justo ahí, en un torbellino de ruido ensordecedor y el gentío habitual de una noche de viernes. Ahí, donde el placer de ser vista, de ser deseada, llega más lejos que cualquier deseo de ser amada.
Porque no hay nada más embriagador que ser besada por todos tus caprichos.
Eso la cambió por completo y al igual que su padre con delirios de grandeza, ahora camina por ahí, frustrándose cada que alguien no se da vuelta a mirarla.
Porque hasta eso se hereda, ¿no es verdad?
De la locura, la pobre niña no se pudo salvar.
Su padre, que fingía ser algo que no era, por su obsesión con ser admirado.
Su hija, adicta a sentirse más, a tener más.
Más miradas, más besos, más copas, más invitaciones casuales. Más historias, más aventuras que incluyeran escapadas.
Nadie al verla tan tranquila por la calle, pensaría que sonríe con los gritos de aquellos hombres. Mucho menos, creerían que hasta les responde, con una risa silenciosa:
“Gracias, lo sé, lo sé”.

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