El Pequeño Reyin

Llegó aquel día sin aviso, quiso sorprendernos
como dos inocentes que se aman y se entregan
al deseo profundo del amor.
Desde mis entrañas a las tuyas cruzó con astucia
y fue su competencia valiente, victoriosa,
generosa en tu vientre.
Crecía despacito, dulce angelito
que hablaba mientras se movía y decía
con ansia desesperada, mi llegada se acerca.
Creciendo está y se emociona mi corazón,
junto a ti mi adorada mujer amada,
bendita ternura cuyo interior de tu ser preserva
tan pura adoración.
El tiempo pasa, la ansia nos abraza,
el pequeño Reyin aguarda paciente
su estancia entre los dos.
Un momento, que pasa?
grita mi adorada despavorida
mientras mis pupilas miran la sangre recorrer.
Hay un terremoto dentro de mi, presiente mi pecho
una perdida entre un instante doliente de tristeza.
Escucho un llanto, quien es... es mi adorada,
tendida en una cama aclama verle y besarle.
Sin verla se alteran mis nervios, cuando de pronto:
se abre la puerta y una voz que dice entrad.
Es un cuarto de ángeles, entre ellos esta mi niño,
Reyincito, el primero, el que tanto quiero.
Le veo sin fuerzas al respirar,
pero en su mirar el decir, aquí estoy Papá, allá está
mamá esperando por mi.
Cuanto sufri y mas su madre al mirarle y al escucharle
su lejano llanto.
Cansado y abatido, estoy dormido, cuando el sonido
del teléfono repica, es la madre de aquel niño,
triste, solita.
Es hora, me habla..! ha marchado ya, no está, empezó a volar.
Caminan mis piez debiles, en una cajita el cuerpecito
de mi angelito, descansaba mas yo se; en el cielo volaba.
Su ultimo viaje llegó, donde hay cruces,
las luces las veo opacas pues mis ojos derraman las lagrimas
sumisas y extraviadas.
Sin ella a mi lado, esperando abrazarla, queriendo consolarla.
Pasó el tiempo y el recuerdo de aquella tarde nos envuelve,
se durmió lozano y bonito pero su nombre y ser, en nuestra mente
está escrito.