MADRE SIEMPRE AMADA, ANOCHE SOÑÉ

MADRES SIEMPRE AMADA,
noche soñé que estaba conmigo,
me acariciaba con su ternura buena
y sus lágrimas de amor bañaban mis cabellos
mecidos delicadamente por sus dedos.

Sonreía,
con su eterna sonrisa santamente serena
y me miraba con amor inmenso,
espantando mis temores,
mis dudas y mis penas.

Anoche soñé que estaba conmigo
llenándome con su amor inmenso,
cubriendo mis recónditos desalientos con su cariño supremo,
contándome sus historias amenas,
enseñándome a hacer trompos, capiruchos,
barcazas con papel maché,
barriletes hermosamente coloridos
y flores de chepe y parafina
para que yo sonriera.

Madre mía,
anoche soñé que estaba conmigo
compartiendo mi pena.
Anoche descubrí que aunque la llore
y la busqué en la soledad y en la tristeza,
usted no ha muerto porque está en mi alma
pendiente de todo cuando me aqueja;
abrasándome con su amor,
iluminándome con su serenidad suprema,
acariciándome con su callada compañía,
descubriéndome que continúa viva
en los amaneceres que tanto amaba,
en las flores de su jardín que con esmero bañaba,
en las noches en las que secretamente lloraba
su enfermedad y su pena;
en los belenes dedicados al Niño Dios
que decoraba con amor y desvelo,
en los convites que tanto le agradaban,
en las preces que para Dios exclamaba,
en las melodías con marimba
que sublimemente con mi padre bailaba.

Hoy comprendo que vive,
mi linda cabecita de nieve,
y estoy feliz
de que esté conmigo en cada sueño,
en cada latido de mi corazón,
en cada sonrisa,
en cada lágrima,
en cada suspiro,
en cada despertar,
en cada noche
y en cada sueño,
dando cumplimiento a su promesa
de que siempre estaría conmigo
-su pequeño travieso-
quien ya con cabello cano la sigue necesitando como ayer
cuando era un crío,
como hoy,
como siempre
por los siglos de los siglos.

Derechos Reservados