Lluvia.
Lluvia seca.
Las flores despiertan después de la tormenta.
Se esboza la seña de tu sol al atardecer,
guardo en un arcón tus nubes grises...
días de purpurinas, estrellas somnolientas.
Me fascina andar con mis pies descalzos
sobre la finura verde y olorosa hierba,
la violenta agua que bebe la tierra
va por los arbustos de una arboleda inmensa.
El contacto mágico con el rojo de la rosa,
las piedras perladas de gotas de lluvias
y mi introspección al invadir tus bosques,
mi poema inspirado que te hace el amor
en un invierno de trinos bulliciosos.
Y entonces te tengo, sintiéndote mía
y te mojan mis caricias que se tornan versos,
y te quiero conmigo, en este laberinto
de plantas perfumadas, de cabaña tibia,
de alcobas de hojas que mojan la misma brisa...
Espacio adornado con tus piernas blancas...
No puedo soñar algo más intenso,
algo más hermoso, que beber tu cuerpo con mis besos.
Es mi beso tuyo, de labios serenos,
y el reloj austero de la mañana ciega,
cae como un rayo, sobre lluvia seca.
Edwin Paul ©