Seductor.
Olvida todo en el umbral de la entrada.
Deleita tus sentidos con la música, el aroma y la vista.
Porque no hay palacio más portentoso para ti esta noche, que la estancia que se abre hoy ante tus ojos.
Deja que la camisa de seda negra se deslice,
Y déjame tocarte los párpados.
Combina tu saliva con ese vino blanco de miel y limón,
Y tómate un tiempo mientras palidezco con su sabor.
Ahora, sólo ahora querida, bésame.
No luches, no protestes, ríndete.
Siente como mi aliento se funde con el tuyo, siente como te dilato.
Flotemos ahora por el diván y la alfombra, y deja que la luz del fuego nos ilumine.
Oh, doncella.
Es placentero ver como la sublime tela rosa tu piel al caer,
Como te escocen las mejillas, como tiemblan tus manos.
Tus ojos se abren como portales, tus labios dulces como flores, y tu cabello ameno se dobla en el aire.
El odioso botón del Jersey, finalmente roto, te ha liberado, y yo te sostengo.
Observo con excitación tus dimensiones, tu tersura, tu desnudez y me lleno.
Repleto de la magia de tu vista, me apresuro a tomar más de lo que puedo poseer,
Y entonces la fábula inicia, y el príncipe no ha salvado a la princesa.
Al contrario, es quien la esconde.
Tu sombra obscena relata en la pared blanca las crónicas perdidas de una pasión,
Como si Adán y Eva nos vieran con orgullo.
Sí, dulce mortal.
Estás siendo todo lo que naciste para ser.
Estás siendo mujer, prodigio, milagro en algo tan ordinario,
Que no puede ser más que las páginas de un libro antiquísimo de alguien que nos adora.
Permite que asimile tu silueta, permite que divague.
Túmbate allí ahora, frente al fuego de la chimenea, bajo la luz de la luna de aquel ventanal inmenso.
Porque, incluso contra luz eres aún más increíble, mucho más pequeña y tierna,
Como sí Selene hubiera bajado de su castillo de cristal, a postrarse sobre estas colchas conmigo.
Oh, pequeña niña.
Reina de reinas, gloria de la naturaleza.
Dame un descanso bajo la inacabable sombra de tus pechos, y arrúllame allí
Que se me escapan los sueños, y no siento duelos sí son tus ojos los que observo cuando me duermo.
Comentarios & Opiniones
Caballero, vuestras letras declarantes llenan el escenario ante la ceremonia de dos.
Todo un deleite la lectura de lo vuestro, en forma fina y delicada.
Reciba mis cordiales saludos.
La Dama Azul. Gracias, mi dulce Gaby. Espero con gran entusiasmo que te encuentres excelente y sigas embelleciendo el mundo con tus delicadas letras. Un abrazo a vos, mi dulce poetisa.