¡Oh tiempo!

¡Oh tiempo!
I
¡Oh tiempo!
Tú lo dejas todo sin contarle a nadie tu destino,
te debes a ti mismo, a tu afán, a tu no querer estar,
a tus locas ganas de llegar, no sabemos a dónde,
quizás solo avanzas para volver a empezar.
II
¡Oh tiempo!
Tú llegas sin saludar y te vas sin avisar,
estás para no durar, contigo no se puede contar,
en tus alas malo es esperar, contigo las ganas se van,
y el crujir de dientes mucho puede aumentar.
III
¡Oh tiempo!
Tú eres eternidad, amigo de la brevedad,
enemigo encarnizado de la generosidad,
conocido del instante, compañero del caminante,
disipador del encuentro, jefe extinguidor del momento,
amante del enredo y el desenredo, inicio y fin del cuento,
hacedor esplendido del humano vericueto.
IV
¡Oh tiempo!
Tú no tienes tiempo ni para ti mismo,
solo caminas hacia el eterno infinito.
Infinito que no te espera porque no es finito;
por eso, reptas los laberintos sin detenerte un poquito
y mirar del ser humano el dolor marcado y sufrido.
V
¡Oh tiempo!
Tú eres rebelde, indeleble y perenne,
dueles en los corazones y sueños de la humilde gente,
pues te esperan pacientes aunque saben que quizás no llegues
a darle a sus vidas un motivo, una emoción o un canto alegre,
que los lleve hacia la cima y del suelo los eleve.
VI
¡Oh tiempo!
Tú que callas y que hablas sin palabras,
que desgarras del ser humano sus más frágiles entrañas,
que enmudeces las vivas, alegres y sonoras palmas,
que despiertas las adormiladas y buenas almas,
que conoces lo profundo de las verdades más claras,
que penetras en las falsedades de los doble caras,
que deshojas del hombre su dignidad humana,
llévate contigo lo que quieras, pero no, mi preciada calma.