El aguardiente

poema de Raidbury

Mirando a la Luna a sus ojos,
puedo oír el paso incansable de los pies que no caminan,
mi cabeza se reclina.

Mirando a la Luna a sus ojos,
la calle parece desnuda,
bajo un colmillo de marfil,solos,
y tu carne parece cruda.

Ayer dabas la impresión,
andando vestida de piel
que tu cuerpo era dulce aguamiel,
que ahora,debo beberlo y morir.

Pues por tu rostro debo sentir
ahora,tan solo repulsión,
pero no te voy a mentir yo,
lo que me agrada en tí,es tu rostro.

Y entonces,que maldigan al Sol
si el Sol se esconde por lo vuestro,
bendíganlo por haber puesto
en tu faz, Sol de soledad.

Se forma un solemne silencio,
su arrugada boca así dice:
"Yo causo en tí pasión,que aprecio.
La eterna duda que te aterrorice".