La lancha y su viajero.
Aquí en esta barca que parecía ser fuerte roble,
Este roble que después fue cediendo cobardemente ante el agua,
Que pasó de ser material duro y resistente,
A darle un atisbo de la apariencia que tomaba el cartón mojado.
La balsa ya tenía hoyos,
Tenía ya días, o semanas quizás en el mar.
Podría ser que llevara ya meses, el pobre señor ya a punto de perder la cordura olvidaba todo.
Tal vez llevaba años ya, con los mareos de las olas el señor perdía la cuenta de cuántos días llevaba y volvía a comenzar.
Algún día el enorme charco le mostró su enorme benevolencia y le dejó llegar hasta el día quince,
Aquel hombre ya más vello que cara le hizo una reverencia al mar, besó el suelo de la balsa y volteó al sol buscando respuestas.
Había cumplido quince días en alta mar, había pasado dos semanas, según él, sobreviviendo pese a todo pronóstico.
¿Su alimentación? Todo se resumía a pecesillos que nadaban por ahí.
El agua potable se la servía de la lluvia que ocasionalmente lo visitaba y le dejaba almacenar un poco de su agua.
El barbón aquel iba viajando en aquella balsita de cartoncito.
Mirando para el cielo, luego para el sol al cual le había puesto Laura y de ahí la mirada de vuelta al agua almacenada en cocos,
o si a caso, si tenía ganas, miraba el cristalino charco que ahora se había convertido en canal de televisión favorita.
El pobre señor aquel así vivió, se sumaron, según sus precisas cuentas, treinta precisos días, lo cual le hacían un total de cuarenta y cinco.
Un día nuestro protagonista se atrevió a mirar hacia el lado de la balsa y no fue por decisión propia, fue por una balsa vacía que se acercaba sin remos hacia el. El aventurero barbón se asomó con valentía al fondo y encontró con desagrado uno o tal vez dos cuerpos en putrefacción. A deducir por la vestimenta, eran dos mujeres. Pobrecillas, dijo, aventó de un golpe la balsa con toda su fuerza y la hizo alejarse lejos de él y su débil barca hacia la nada de nuevo.
Y esa tarde la noche no fue de buen ver, ni menos buen sentir. Hubo lluvia, movimientos bruscos y por poco nuestro amado protagonista caía de aquel pedazo de cartón. El pobre trataba de recordar cuantos días llevaba pero los movimientos le imposibilitaban guardar memoria y cada que creía encontrar el inicio terminaba más hacia el final.
Por fin cesó la tormenta y el señor se puso sobre sus rodillas para orarle al mar, a su poderoso, benevolente y mágico mar. Le pidió disculpas por haber osado mirar hacia los lados de su barca, estaba convencido que haber volteado había provocado que el señor "Laura" y el señor mar se enojaran con él y le llevaran una gran tormenta.
El barbón este, creyendo que nadie lo veía y haciéndolo apresurado, se levantó de sus rodillas y se asombró cuando vio que todas sus provisiones y su agua potable ya no estaba más donde habían estado la noche anterior. Y la anterior a esa y así sucesivamente.
El barbón molesto ante tal osadía de los dioses cogió molesto una espina de pescado que tenía y rasgó de un tajón su larga barba blanca tiesa, arrancó un pedazo de la madera podrida y le hizo un nudo, a lo que procedió a dejar el largo mechón en un pequeño rincón del banco.
Él sabía que los dioses vendrían molestos por él y seguramente cuando lo sacaran del mar ya no le reconocerían sin su barba, su emblemático y poco cuidado matojo de pelos.
Y se paró en mucho tiempo a lo que sus rodillas flaquearon, se paró seguro de sí mismo y trató de recordar cuantos días llevaba en alta mar. Habían sido quince, estaba seguro. No, eran 10, ya recordé... Bueno, digamos que ocho para que el señor mar no se enoje y crea que he pasado demasiado tiempo con él.
Nuestro protagonista simuló unos visores con sus manos y miró hacia la nada, ya veía visiones, a lo lejos se veía un hombre parado sobre el agua que le señalaba con un objeto similar a un cono color naranja.
El barbón recogió su barba posesivamente, seguramente venían por ella, sí por eso venían, y se abrazó a sí mismo para esperar a su final.
Y así fue, los lancheros lo cogieron y sin preguntarle lo movieron delicadamente a su lancha nueva y recién pintada, a lo cual el ex- barbón se sorprendió de más. "Imagínate cuantas aventuras habrá cruzado esta lancha, pero eso sí, pensándolo bien no estoy seguro de que haya vivido muy bien porque mírale la pintura, está nuevecita y sin rasguños. Una vida bien vivida no puede llegar al final de su vida sin un solo rasguño. Que porquería de vida" Exclamó el anciano delirante, a lo cual los dos lancheros dieron por loco y solamente le tomaron el pelo riéndose. El ex barbón tomó su risa como un gesto de amabilidad y caballerosidad, que amables estos rescatistas. Se preguntaba a qué lancha lo llevarían y dejarían para comenzar algo nuevo... Tal vez era café, o negra, o blanca. O tal vez lo llevaban a la antigua balsa vieja que ya parecía cartón y lo dejaban ahí empezar de cero.
Y llegaron al viejo muelle y le ayudaron al señor confundido a situarse en la orilla, acto seguido se bajaron los balseros, los cuales quisieron tomar a nuestro protagonista por sus brazos para solo llevarlo a un sitio donde habría ropa caliente y comida sabrosa y casera.
El ex barbón sujetó fuertemente su barba en sus llenas de callos manos y se quedó mirando fijamente hacia el horizonte. Esto era siempre lo que se había perdido y tanto miedo tenía de ver, el señor "Laura" le sonreía como despidiéndose y el mar le decía con dolor pero con resignación que se retirara. El barbón confundido entabló una conversación con los rescatistas.
-Y..., ¿A qué río me llevarán ahora? ¿Será aquí mismo? Supongo me darán una lancha nueva, bonita y cuidada, bien lijada, hay tantos lugares que explorar y conquistar por ahí...- decía delirante señalando con la mirada perdida.
-Señor, no hay lugares que conquistar ya aquí. Usted va a ir al centro de rescate donde localizaremos a sus familiares mientras le damos una manta suave y una comida caliente con agua fría potable.
-¿Cuántos días he estado dentro del mar?..- preguntó cauteloso el hombre.
-No lo podemos decir con certeza, pero si su descripción es la misma que la de un hombre barba larga blanca anciano que buscaba desesperadamente una familia que vive bajo el puente, posiblemente unos tres meses en alta mar.
El ex barbón miró su barba y supo que era él de quien hablaban los rescatistas que estaban frente a él. Él ya era del mar... ¿Cómo se atrevían a siquiera intentar alejarlo de él?
El barbón volteó a ver a los marinos con mirada inexpresiva, mientras se preparaba para arrodillarse a sus pies dispuesto a suplicarles que lo dejaran quedarse al lado de lo que él más amaba. Cuando los rescatistas vieron la acción del anciano lo pararon y con un asentimiento de cabeza acordaron llevárselo con uso de fuerza.
-Si hay una cosa que le puedan conceder a este pobre anciano, pues háganlo ahora. Yo, que tengo la edad que sus padres deben de tener, les suplico que me dejen hacer algo con mi eterno amor.- La voz del viejo era tan suplicante y dolorosa que los marinos no tuvieron de otra que aceptar su deseo. Los dos sabían a la perfección que los últimos años que le quedaran a este viejo de vida los pasaría en una clínica psiquiátrica.
Lo soltaron a lo que el señor se fue de bruces al borde del muelle.
-Tú, que fuiste mi primer y único amor. Tú que me ayudaste y entendiste cuando nadie más lo hizo. Cuando me acerqué a ti diciéndote que me había quedado sin casa y no tenía ni un peso tú me aceptaste en tu infinito espacio y me hiciste sentir como si yo estuviese en casa. Agua ni comida nunca me faltó. Yo sé que ellos exageran, no pasé contigo ni dos días, sólo quieren hacerme quedar como un loco..., ¿verdad?- asintió fuerte y desenfrenadamente con la cabeza el anciano ya.
-Hoy te pido el divorcio porque aunque te ame, me has jodido por un tiempo ya. Te dejo lo único que tengo que es este pedazo de barba que creció en tus mareas. Es tuya, aquí tienes, mi amor.- A lo cual arrojó el mechón y se levantó delicadamente para reunirse con los jóvenes que lo esperaban.
-Ahora sí, jóvenes, ya hice todo lo que tenía que hacer. Me he despedido de mi novia y le he dicho que vuelvo pronto. Le dejé un obsequio muy preciado para mí- volteó a ver las barbillas desnudas de sus acompañantes nuestro osado ex barbón- Un regalo que creo que ustedes jamás tendrán la capacidad de regalar nunca.
-Dios me libre de volverme tan demente como usted lo está, viejo loco. Espero nunca llegar a este grado de demencia, dios lo guarde."- Exclamó un rescatista mientras seguía jalonando al pobre anciano.
El final es algo que pongo para las mentes cortas de imaginación, que no tienen la capacidad de pensar en que puede acabar un anciano pobre y enfermo cuando le alejan de su única alegría y amor que ha tenido en sus últimos meses. En efecto, el pobre viejito murió en brazos de los marinos mientras soltaba su último aliento hacía un borde del muelle. Los dos marinos se voltearon a ver y asintieron en que lo que los dos estaban pensando era lo mejor.
-Nos evitaremos investigaciones y papeleos. Al mar va este anciano senil que murió en soledad, en locura y en enfermedad. Que Neptunio se apiade de él.
Y aventaron al cuerpo flaco y sin ropa del anciano al mar. ¿Creen qué es un final triste? El mar fue su novia incondicional e inmortal por un buen periodo de tiempo, fue el único regocijo que tuvo el pobre anciano en su locura. Hasta en sus últimos instantes creyó que el mar le dedicaba lágrimas, siendo que eran simples gotas que soltaban las olas al chocar. El hombre murió y se desintegró en los brazos de su eterno amor, ¿En estos tiempos de puro dolor y saña quién tiene la fortuna de morir en paz al lado de quién ama?
Comentarios & Opiniones
Puro ,como el amor de ese viejecito con el océano,y sentí la fuerza de tus letras con un estilo muy bueno,en ningún momento crítico o ridiculizó la poesía o un cuento,los que hacen eso son personas sin sensibilidad,excelente para mí poeta.besos.
Querida Silvia, es el primer comentario que leo aquí, por sus palabras supongo que alguien hizo un comentario ofensivo... Ya no está, lo han de haber reportado. Críticas de cualquier tiempo habrán en todos lados, yo decido cual me afecta y cual no.
Atlayxes, gracias por tus palabras no dejemos entrar la gente que no creció mentalmente,tu escribes precioso,y te cuento que a veces los prejuicios son las críticas,no hagamos caso de eso y adelante,está página debe ser un refugio para nosotros besos
Muchas gracias, yo dejaré de escribir el día que me dejé de gustar a mí. Mi opinión es la única que tomo en cuenta! Aunque las buenas,como las tuyas, siempre son bien recibidas. Infinitas gracias <3