“El culpable soy yo”

poema de Franshesco D

Eres como el silencio, incomodas, pero adoras.
Te haces el ausente cuando te hablo, me llenas y me vacías a la vez.
Besas y apuñalas, matas y lastimas sin tocarme.
Sonríes y lloras a la vez, me torturas, pero me quieres.
Me odias y adoras, me usas de costal
cuando soy fino cristal, uno que rompes con tu falsedad.

Me tocas con tus palabras dulces y azucaradas, que muestran su mejor cara
y son las que más me engañan.
Tu amorosa intención, se desvaneció cuando pediste perdón.
Me haces llorar, me torturas todo por ternura.
La vida se vuelve insípida, áspera y tranquila.
El dolor es la hipocresía, la misma que me lastima,
la que presume con tu ideología.
Mi piel se vuelve hielo, esta fría, está muerta, esta pálida, está triste
pero inconsciente.

Llegas a enjuiciarme cuando yo mismo soy el culpable,
él idiota de mi inocencia, la misma que mataste
con solo tu impertinencia.
Culpo a cupido de tu traición,
lo condeno a mi sufrimiento ya todo lo absurdo que de mi boca salió.

El amor muere, lo pisas y ya no duele,
lloras con lágrimas y sangre
pero sé que no te duele, tu sonrisa me lo dijo,
aquella vez lejana que pensé lo que alguna vez me imaginé,
tan falsamente que lloro por rencor, uno propio, uno en mi corazón.

No supe amarte, tocarte y aprovecharte.
Te dejé ir con la peor imagen de mí,
con la victoria en mano, con herida de baquiano.
Me robaste, me mataste y me cambiaste,
me tiraste y me levanté, para volver a confiar en ti.
Te miro y te personifico en el espejo;
tu mortaja blanca pretérito, tu presencia de regalo y
tus gafas de perfecto, cercano y lejano.

Lo que tenemos es único y no lo quiero perder, no
me quiero perder en tus ojos, no me quiero
perder en el camino que forjamos los dos;
amado tiempo no me desgarres más,
auxíliame y sálvame de ti mismo, de este masoquismo.