Escribir.

Todos quieren escribir.
Quisieron escribir.
Querrán escribir.

Muchos piensan que escribir es un don.
Lo cierto es que escribir no es para cualquiera.
No es para los letrados.
No es para los pretenciosos.

Escribir es para los desahuciados.
Es para los lastimados.
Para los corazones rotos
Y los sueños olvidados.

Pero qué remedio.
Cuando uno no es capaz de hablar,
al menos debe ser capaz de escribir.
Porque si no se habla ni se escribe, uno muere.

Malditos desde nacimiento.
Escriben los corrompidos.
Escriben los insatisfechos.
Escriben los que no aceptan su mundo.

No aceptan su presente,
no esperan un futuro.
Y no logran borrar ni dejar
de maldecir su pasado.

Escribir consiste en perder el tiempo.
Entre más uno pierde, más gana como escritor.
Escribir es mirar a la soledad a los ojos y escuchar.
Preguntar.
Escupir.

Para escribir uno necesita encerrarse en una habitación pequeña.
Mirar los hoyos en la pared.
Contar las colillas estacionadas en el cenicero.
Es mirar al viento y escuchar al sol.

Es enamorarse de la tristeza.
Enamorarla.
Tratarla como a una diosa, quererla.
Es tratarla como a una dama.
Mejor que a tu mujer.
Valorarla, ya que sin ella y sin su inspiración, es probable que tú
No logres jamás escribir una sola palabra.

Sal a la calle por la noche, con lápiz y papel.
Mira el concreto, mira los insectos,
acércate a la bahía y del mar aprecia el vaivén.
Acumula ideas.

Vuelve a la habitación.
Platica con tu máquina de escribir,
con tu computadora.
Pero antes pídele que resista,
que resista todas las cochinadas que estás a punto de escribir.

Que se convierta en alguien real,
que soporte todo tu mal genio.
Que soporte el carácter depresivo y autodestructivo
de los personajes de tus relatos.

Lanza tus lápices lejos,
pelea con tu subconciente.
A menudo golpea tu cabeza contra el piso,
cómete las uñas.
Destiende las sábanas.

Grita contra la almohada,
suda a gota gorda,
házte un desquiciado,
arrebátate.

Y mientras todo esto sucede,
¡No dejes de escribir!
¡Escribe!
¡Sangra!

Escribe en tu cerebro,
escribe en tu conciencia,
en la pared,
en tus manos,
en el cuerpo de tu mujer,
en tu máquina de escribir,
escribe donde sea, pero
¡ESCRIBE!

Aunque si te soy sincero,
no te lo recomiendo.
Es desalentador querer ser un escritor.
Es un camino lleno de duda,
hambre,
sed,
miedo,
desilusión,
decepción,
desamor,
tristeza,
soledad.

Es más, es tan poco probable que logres escribir algo medianamente bueno.
Porque no sabemos ser complejos.
No sabemos usar los versos,
no sabemos usar las prosas ni los cuentos.
Vaya, mucho menos sabemos controlar nuestros sentimientos.

Es mejor ser ingeniero,
contador,
abogado,
al menos al ser cualquiera de esos, no necesitas
mirar el concreto.
No necesitas salir a la calle.
No necesitas platicar con la soledad ni mucho menos perder la cabeza.

Y si aún después de todo lo dicho, quieres seguir escribiendo, usa esto de consuelo:
En un mundo de locos, un cuerdo sale demente.

Al final, nada nos quedará cuando nuestro cuento acabe.
Cuando nuestro lápiz deje de escribir.
Cuando el papel se termine.

Nada va a quedar para cuando sepamos escribir...