No.
No, no sonrías, ten piedad de mi, de lo poco que has dejado de mi.
No me mires, no suspires, no hables, no escuches, no sientas, no me hagas el amor tan lentamente que hagas estremecer hasta el último centímetro de piel.
No me toques, no me abraces, no me beses, no te sigas clavando en este mundo físico donde las personas puedan mirar el amanecer de la misma manera que tu lo haces.
No me llores, no me cantes, no te muevas, quédate como musa de yeso, como reina de pensamientos y como la letra más hermosa que he escrito.
Antes que la imaginación siga fluyendo cual lagrimas a la hora de una perdida, la perdida de mi corazón, respóndeme de dónde vienes, cuáles son tus intenciones al quererme desgarrar tan lentamente del pecho a la entrepierna.
Que es lo que quieres cambiar con una mirada que me derrite más que el propio sol a paleta de hielo, que quieres ganar sonriendo de una manera tan dulce que ni todo el azúcar del mundo alcanzaría a igualarte, que ganas besándome y dejándome un sabor que poco a poco se vuelve más adictivo que un tabaco.
Dime qué quieres ganar, porque con el simple hecho de plasmar estas letras contigo en el pensamiento, mi corazón a caído al abismo con la esperanza de encontrarte en un lugar más lejano del que ahora me encuentro.