La conocía

La conocía detrás de las sombras,
en el valor de la oquilla
al margen del invierno,
en la angustia de los huesos
a tal belleza, tal tacto, tal sinfonía,
las piedras comienzan a caer
del temperamento ungido de los temores.
La conocí sentada sobre rieles,
desconocida de orientación
como una mano enemiga,
como un lucero de seducción,
las brasas corrigen caminos
al paso que se pierde en las trampas,
en los ojos cansados,
en un sueño lejano
en alguna tierra de agua azul;
yo puesto que deambulo
me corrigen los brazos entrelazados
y unos dientes ansiosos.
La conocí de estrella
colmando la secuencia inequívoca
del paso crepuscular,
los lechos entienden de calma
dentro de la bruma callejera;
la primavera espera detrás de la pared
una sonrisa que brille sobre nubes opacas
y algún deseo incesante que turbe al orbe
entre toda esta pena adorada mía…





