Asfixia

poema de Rude

Mira cómo cae ese ángel
presa de su despecho.
Pretendía una vida divina
y acaba pudriéndose en su nicho.

Fieros guerreros con escudos de ego
caen ante la espada
que advierte anticipada
a los peones de este juego.

Yo me sólo me santiguo en la existencia,
hija enloquecida del tiempo:
cuando aparece su ausencia
el viento se impregna de lamentos.

Niños en sus ventanas
lloran como perros en celo,
son esclavos del mañana,
víctimas de la herida temprana
que desangró cualquier anhelo.

Corren contra la alegría,
manchan de oscuridad el cielo,
sentirán gemir la agonía
hasta que se apaguen sus días
y sean reclamados por el suelo.

Ahora parece un lujo amanecer,
descender del sueño frío
para perecer entre el gentío
y que sea mío el placer
de merecer cualquier espacio sombrío.

Y por soñar que no quede,
pero es sincera la realidad
y se divierte cuando duele.

Conversando con mi dolor,
así abrazo la oscuridad,
-yo, mi propio traidor-
pues la única droga del escritor
es su soledad.