Ya ha llegado la tarde
La primavera gime fría
sobre tu sexo desnudo
en el lisérgico colchón.
Me escorzo junto a tu cuerpo,
mientras te posas, ternura,
como una alondra en mi mano
que me despierta en un beso...
La catedral ya da las siete.
Y tañe en tu balcón,
como el júbilo de afuera
que aún articulan los niños.
Y me acerco hacia tus labios;
soy un yermo entre los cauces
de tu lengua alucinógena,
que está bañada de ocaso...
Ha pasado media hora.
Te incorporas; me agito
en tu velero de tinieblas,
para evitar que te marches.
Y te atraigo hasta mi abrazo
de planeta gravitante.
A nuestro vórtice efímero
en un rosal despoblado.
Entonces, vuelvo a mí.
Retornan todas las cosas,
y encuentran su nombre en la risa
de tu relámpago alegre.
Dios...
¡Estoy postrado ante tu iris!.
Estoy orando a tus altares.
Hundiendo el astral incisivo,
en una loba que renace
sobre tu rojo carmín.
Y una onomatopeya feroz,
es lo único que escapa
al internarme en tu alma...
Y no sé, por qué esta tarde,
tan gris; tan apagada,
es como el halo nuclear
del alba que detona.
Y el tiempo, se derrite
en los centígrados solares
de tan quieta eternidad.
Comentarios & Opiniones
Caballero, cuán asecendias vuestras palabras en tan grata construcción.
Un gusto encontrarle en la comunidad.
Reciba cordiales saludos.
"¡Dios!.
¡Estoy postrado ante tu iris!.
Estoy orando a tus altares.
Hundiendo el astral incisivo,
en una loba que renace
sobre tu rojo carmín."
El corazón de la obra es exquisito.