Demasiado lejos.
Quisiera un altavoz; que mi garganta
se arrastra torpemente por el suelo
y queda demasiado lejos... lejos,
el público inclemente de tu alma.
Perseguí la oración inconfesable
que puso a Dios de espaldas a mi sino,
no ansiaba cielo alguno por salvarme,
bastaba arder debajo de tu ombligo.
Hoy ya no grita el monstruo del armario,
ese que le asustaban tus camisas,
se sienta a mi derecha en el piano
y entona el blues mortal de las caricias.
Trágico y cómico será el recuerdo
de cuando fuimos gatos de la noche,
pasamos de arañazos y silencios
a reyes de la cama y el desorden.
Un día frío y gris de algún febrero,
la calma me sirvió la cena fría,
desde entonces ya no me corto el pelo,
me cojo la coleta con tus ligas.
Quisiera un altavoz; que mi garganta
se arrastra torpemente por el suelo
y queda demasiado lejos... lejos,
el público inclemente de tu alma.