La caída

Por curioso lloras tanto
yerras tanto y no te culpo
la inocencia es tu encanto
como el proverbio en el culto.

Piedras del camino, sembradas
tumultos silenciosos derriban
tu pueril cuerpo, ¡mi hijo!
Todas las barreras quebrara
todas las montañas quitara
para que pasaras, querido.
Pero no... no lo haré.
Aunque puedo, no debo;
aunque quiero, no es bueno.
¿Cómo curarías tu ignorancia
si la roca del sendero no vieras?
¿Cómo sabrías cuidarte
si dolor no conocieras?
Aunque no solo de dolores se aprende
para eso estoy yo, para advertirte
del terrón de la calzada
y de la estaca tramposa
en la senda clavada.

Te prefiero inocente y travieso
más que ignorante y avieso
preferible te raspes la rodilla
que por loco te rompas un hueso.

Hijo, escuché tu caída
pero más se oyo tu llanto
sentí en mi tu herida
¿Por qué te cuido tanto?
Y voy corriendo cual tu héroe
acudo a ti con premura
vociferas que te duele
y me abrazas la cintura.
¿Y a mí, por qué me duele tanto?

Amigo, nunca olvides
cuánto duele este caer
para que saladas lágrimas
no tengas que beber.
Tantas de ellas tuve que sorber
fue así como contuve
las ganas de correr.
Yo no pido de esta vida
que te convierta en un genio
sino que sepas que hay malicias
y no seas tan ingenuo.
Yo te quiero inteligente,
solo un poco ignorante
pero siempre inocente
¿Tu me puedes comprender?
Hijo, sube, vente
vamos a lavarte esa herida
que ya vamos a comer.