La metafísica fallida.

La metafísica fallida.

Lo que más me gusta de vos...
no son tus ojos ni tu mente,
sino la forma en que me miras,
la forma en que me sientes.

Y es que quizás y absurdamente...
yo no espero tu alma para luego
sino tu cuerpo en el presente.

Y me gustas tanto
(aquí y ahora)
quizás lo suficiente...
como para dejarte hacerme todo,
(lo que quieras, sí)
hasta quedar exhausta,
satisfecha,
inconsciente.

Y me gusta gustarte, sí,
más allá del cursi ¨para siempre"
y más cercana al tiempo que vivimos.
(Yo soy tuya y tú eres mío.)

Y te digo que me gustan más tus manos,
las que se crean caminos a la vera de mi cuerpo,
las que estremecen el valle y las montañas,
las que aprietan... cada tuerca en su terreno.

Me gusta tu presencia, tu esencia,
el aroma de tu cuerpo sobre el mío,
y, tontamente a veces, el latido.

Y es que me gusta esa agonía prolongada
de hombre que no se rinde ante la guerra,
que en cada embiste, se resiste a la trinchera…
como un héroe peleando, sin duda, por su amada.

Cuanta dicha ignora la falsedad del verso
de aquellas que dicen amar el alma sobre el cuerpo,
pues el alma es, apenas un respiro de fe hacia el universo…
mientras el cuerpo escapa, sin más, en un orgasmo hacia lo eterno.

Y me gustas, sí, por este breve instante,
más allá de la vida y de la muerte,
colgada de tu cuello y sujeta de tu vientre…
mientras el tiempo juega una partida titilante.

Cuanto no te digo mientras callo
(pues un gemido no lo abarca todo),
que me gustas, fuerte como el café,
dulce como el azúcar…
y violento y duro, sí,
como cada vez que paso.

Y es que me gustas, sí,
pero no por tus ojos ni tu mente,
sino por aquello que mi cuerpo siente,
cuando vos palpitas, entre otras cosas…
entre mi corazón y el subconsciente.