Te descubres entre los muertos
para ver en la piel de cada cadáver
el color de las ciruelas que revientan,
el corazón amarillo que
se desangra con cada grano de arena
bajo el silencio que recorre
las entrañas de esta tierra,

y no hay palabra alguna que le hiera,
no hay voz ni lezna,
no hay grito ni hierro
que quebrante las tapas
de este cajón de vidrio
y carne yerma,
que os libre de ser
la falacia
de los sexos, la especie,
el individuo
de mí, de ti
y el nombre:
los otros... Tú.