No hay vida en la carrera.

Ahora sólo en mi memoria viajan los cálidos recuerdos,
son sonsonetes destructivos, acaudalados en fracasos,
florecientes con el veneno del no poder ser.

Lloras? claro, lloro por desdén a mi idiosincrasia
arruinada, tumefacta... odiada,
inhóspito ceder a la nada, con el corazón alimentado por vacíos, sedienta de albas iluminadas, ígnea, herida y abandonada por mi ser.

Lo callas? ...es un sentir enmudecido, recóndito en las palabras de mi carne, deseoso de quejumbres, solitario y vagabundo en el respiro de mi mundo.

Perenne azote, fraguado por los días,
pléyades inconscientes a un pulso muerto.
Mi cuerpo desciende al cóncavo de las miserias,
abismos infinitos.

Caricia de la eterna entraña del padecer.

Lloverá cuando mueras...