Naranjos

...
Fui enfermo una noche de ciertos puntos
en lejanos ríos,
abriéndose el viento, desparramándose el aire.

No saben que no puedo palmar
ni que mastico el día de despedidas.
Tengo una distancia que denuncia un abandono.

En este poema féretro
los huesos se engordan diariamente cálidos;
confundo mis manos, vuelven a ser viaje.

Para las lágrimas los relojes, las piedras
los naranjos, las lilas y el río de Vilcabamba.
inédito niño: se quiebra el azúcar nombrándote.

Tu cariño no nace nunca, y la mirada
se trina entre los dos; se estría.
Mi tristeza de latitudes, ayer como hoy, nos hemos ido.

Silencio a la dignidad de no ir en la búsqueda;
en el corazón, un búho: enfermados.
Arrugas en las arterias y en las edades

balas en los índices, me contuve en seco.
La piedra con su ternura se dio un triste estirón; luego
me falla la tonada y mi nacimiento.

¿Por qué llorar? si así es mi organismo
y ¿por qué vivir? si así es la calle.
Siempre me viene el ensayo universal del olvido.

cuerpo enseguida lleno de suturas
hebras de capulí y de juncos: hay manos dentro de mí.
En las tardes yo planificaba tu blancura.