Quince
Disfruto del camino por mi paso lento
del darlo todo, al cien por ciento
del día en que pactamos con la muerte
y de la vez que sobre cualquier cosa elegí verte.
Una luz de luna nos baña y nos sumerge
emerge sobre mí un latido que converge
con tus manos, con tus labios, con tu piel
mientras nuestros líquidos juran serse fiel.
Mi desorden predica un orden curioso
a veces incomprensible y ansioso
vicioso de tus surcos sin argumentos
sin lógica, sin calor y sin condimentos.
Me imprimes en la lengua un dulce sabor
emana tu olor íntimo simple cual color
mi ser se baña en tu sudor esencial
mientras la existencia disfruta de la noche especial.
¡Qué difícil es despegarse del botón!
el timbre más hermoso de su mansión
y una canción que resuena mi mente
como si tus sueños se me hicieran presente.
Me he vuelto experto de todos sus mares
un marinero navegando en sus almíbares
entre sus corrientes dulces y descontroladas
sobre mí sus olas que me devoran alocadas.
Pequeños gritos reprimiendo su alegría
una dulce vocal que expresaba su agonía
sus pliegues obstruidos por mi existencia
hasta el clímax en que segregaba mi inocencia.
Hoy tengo algo que decirle al destino
que ella irrumpió en mi poema
y por primera vez nuestras manos encontraron su tumba y se alegraron de morir en ella.
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