Avida

poema de umbria

El olor del pasillo adelantaba un final que a todos nos persigue.
Empujé la puerta con desgana, hizo un ruido predecible y aparecieron aquellas caras ya conocidas. Aún así, como aquel dijo, el año pasa por todos. Canas, arrugas y algún que otro kilo se hacían visibles.
Aparecieron las primeras sonrisas tímidas. Las que no deben aparecer por el momento donde se producen, pero que rompen el frío e intenso dolor que como una espesa niebla nos envolvía a todos.
La única que no sonreía era ella. Tumbada, cabeza a un lado y con cables por todos lados. Aún caliente pedía ya elfrío, el acercamiento a aquel pasillo, un fin a un libro de más de 80 capítulos.
Yo solo le dije, acercándome a su mejilla, palabras que jamás le dije cuando no dormía, pero que aún así ella sabía.
Empezó el dolor, la desgana, la presión en los ojos que querían derramar todo aquel pesar y que con palabras no podía decirse. Tragué, me despedía y me fui. Aunque no quería, nada podía hacer más que romperme.
¿Quién sufre más, el que se va o el que se queda?¿El que muere o el que vive?¿El que ya no entiende o el que recuerda todo?
Todo será transmitido, hasta el sufrir, pues a cada cual le tocará sufrir la pérdida de los que por delante corren.
Lo único a lo que aferrarse sin si credos se vive, es que mientras a meta lleguen los primeros, y no los últimos, todo irá como debe ir.