Canción De Cuna Para No Dormir.

poema de Lepre.

Te digo, madre:
si Dios existiese
y escribiese verso
sería mi poeta favorito
porque ha escrito
la historia de un pueblo
y su sufrimiento
a lo largo de los siglos.
Mis divagaciones
me llevan de nuevo
a subir una larga escalera
hacia el mismo cielo.
Pero jamás descansarán
en paz las dudas,
las censuras internas
de un ser puramente mediocre.
No cesarán los vientos de ira
que rompen cada noche
mi mundo nuevamente en dos.

Así dieron las doce
cuando aún navegaba
entre dos aguas.
Y cada minuto mi extensa,
insondable y enorme
extensión decrépita de nada
iba apareciendo en mi mente
como el parpadeo
de las luces de un club nocturno.

Y luego la una,
cantando plácidamente
una copla para la madrugada,
me vino a visitar.
Tenía un aroma
como a vino barato
cuanto menos curioso
y alzaba una sonrisa falsa
que tenía un aspecto muy inerte.

Dos alegres manos vienen
a quebrarme el sueño.
¿Quiénes son?,
¡las dos!.
Solo están de paso
y venían a saludar
despertándome en el acto.
¡Maldeciré mil veces
a aquel que inventó
el dichoso número dos!

Tres, tres mares de miel
poniéndose cada noche
en mis sucios labios.
Cierro los ojos, sonrío.
Voy apagando mi respiración
lentamente...
lentamente.

Y no lentamente arribaron...
¡las cuatro!.
Siempre tan histéricas,
todas las noches tan inquietas.
¡Dejadme respirar!,
no puedo,
no puedo correr más...

Cinco lobos aullando
allá en la lejanía.
No, esto no es una dulce
y alegre canción de cuna.
Preparan sus colmillos,
se relamen
pensando en mi carne,
se están aproximando.

¡Seis de la mañana!,
el final del tunel
se ve muy sombrío
y el camino solo tiene
una agónica dirección.
Me queda una hora de vida.

Las siete ayudantes de La Parca,
aquí están para llevarme.
Adiós mundo,
sigue tu curso,
yo mejor cambio el rumbo.
Adiós, mundo cruel... adiós.

Bueno, sin más dilación,
procedo a desprenderme
de las humildes sábanas
de mi lecho.

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