Yuriko

Aquí te escribo una vez más.
Como diariamente a ti, mi opuesto atrayente.
Y es que no entiendo lo qué pasa, me confundes y confundo las señales.
Hace tiempo que no sentía lo que ahora late dentro, pero ¿es acaso cierto?
Y es que desde que te vi, no supe qué decir...
Tu piel de escarcha adornada con trazos a juego de tus cabellos color de mar, y claro, cómo dejar pasar las joyas que tu rostro han de adornar.
Cómo suenas, cómo miras, cómo respiras y cómo imaginas...
Cómo creas, y cómo entregas en tu arte, en cada pieza, una parte de ese corazón brillante.
Es impresionante aquello que me dice incesante que de ti no me aparte.
Es incansable mi deseo de abrazarte.
Y es palpitante mi corazón por ti en cada instante.
Siento que me desvanezco cuando te veo aproximarte.
Siento que me eleva el viento cuando con mis brazos te rodeo... y es perfecto ese sentimiento.
Y cómo describirlo... pues a pesar de quererlo, palabras no encuentro para aquél momento en el que contigo me pierdo.
Platónico es este sentimiento que por ti yo siento, en cada momento, en cada fragmento del tiempo.
Y a cada instante y en toda parte, en tu esencia yo encuentro, ese momento de paz destellante y aunque poco constante, muy reconfortante.
Te contemplo perfecta, te creo predilecta a esta magna armonía que en mí despiertas, sacudes todos mis sentidos y rayas todos mis muritos como artista.
Esculpes mis latidos a un ritmo sin sentido, agresivo, tentativo, llamativo y sin calificativo, y es solamente contigo que logro descifrar aquel ritmo sin sentido en una figura percutiva, incisiva que me dice estar contigo en cada instante.
Me voy con estas últimas líneas, abandono mi sentir en un amasijo de siluetas cuneiformes y con ello dejo en claro que te quiero amiga mía, aunque seas mi amiga y nada más.