Hora triste

hora triste para abandonar,
y, esos buitres en bandadas
que, descarnaban tus huesos
como demonios posesos
ocultos de toda mirada,
nada dejan que enterrar

Ella, recostada sobre el lecho, había cogido uno de los libros de la estantería. No podía conciliar el sueño, pensó que la lectura, como en tantas otras ocasiones, le facilitaría la labor,… no sabía por qué había elegido un libro de poemas, se estaba poniendo triste, sus ojos azules como aguamarinas empezaban a empañarse. No quería frotarse los ojos por si se desvelaba…pero pronto, con toda seguridad, no tendría más remedio… una pequeña perla de cristal amenazaba con caer sobre la página abierta.

Seis campanas sonarán
en un tañer de difuntos,
reposarán tus restos exiguos
en negros lechos contiguos
con los de tus hijos juntos,
¿Quien te compadecerá?

Quería dejar de leer, ni siquiera se había fijado quien era el autor, pero le hacía recordar un tiempo recientemente pasado, su esposo militar de profesión en misión humanitaria, había fallecido en acto de guerra, se imaginaba su cuerpo en mitad del desierto

recoge alma en tierra y piedra,
evitando pasar el purgatorio,
bajo frio granito en prosa
nunca te olvida tu esposa
como epitafio mortuorio,
yace recubierta de hiedra.