Ángel del Odio

Leviatán
dejé que entraras en mi voluntad
sin ponerte protesta.
Cruel final,
entre tus alas sentí resbalar
hasta el infierno
del cual saqué tu moribundo cuerpo.

Pagaste con arena y cal
el precio de mi amor,
cual plata y hierro
fueron forjados
al mismo seol.

Leviatán
oigo tu nombre y detesto el temblor,
que en mis entrañas
se rehusa a aislar,
tu vil recuerdo
de la ingenuidad,
en que me tiendo a hundir
cada vez
que tus palabras, como estacas
me atraviesan el pecho.

Juré que nunca volvería
a aprisionarme a unos brazos,
por alto que fuera el precio
del fuego en mis manos.
No hay más promesas que me aten
a una fantasía mortal.

Todo lo que comienza acaba.

Polvo de ángel en cenizas.

No dejaré que entres más.
Me arrancaré el recuerdo
de una maldita vez
y te olvidaré...