Cuando la acaricias

Su alma no existe
Un sonido cognitivo es nada
Una silaba dadaísta se pierde
No existe aquella alma
Desnuda en la orilla del abismo
Cálida en la hoguera de un invierno
Soporta con integridad
De acero cuando se levanta
De oro cuando ríe
De cobre cuando trabaja
El color pierde con la transparencia
Y la trasparencia gana con el sacrificio
No existe esa alma
Atada a los minutos
Da cariño haciendo vísperas
Canta cuando habla
Y reza con su mano tibia en el pecho
No existe esa alma
Que revolotea por la soledad
No existe esa alma
Que cruza en silencio el inframundo
No existe esa alma
Esa alma que está en tu mano
Esa alma que silencia con tu canto
Esa alma que llega en tu presencia
No existe esa alma ajena
No existe esa alma del olvido
Se presenta
En el amor de tu ser
En la fragancia de tu ser
En la voz de tu llamado
Madre que recibe a su niña cada mañana
No existe esa alma
Sino tú
En carne y hueso
En tu aroma
En tu voz viva
En la luz de tus ojos
Cuando la acaricias.